Como frio ártico que entra en los pulmones una fría noche de
agosto te metiste en mi vida y terminaste de congelar la última gota de amor
que quedaba.
Bajo ese muro de hielo que hoy está presente en mí, escribo
estas palabras para hacerte ver lo cruel y dura que son las cosas hoy en día. Desde
tu partida la vida cambio, los gritos en mi cabeza aumentaron y las falsas
promesas de abandonar el oscuro color rojizo de mi sangre corriendo por mis manos
no cesaron, solo tu regreso sería capaz de devolverme el calor fulminante que solía
tener mi voz al discutir.
El deseo de querer tener siempre la razón murió, así como la
esperanza de tenerte en mis brazos nuevamente. Las crudas alucinaciones que padecíamos
juntos de una vida perfecta se desmoronaron ese día gris que me abandonaste en
este cruel lugar, me viste atado, dopado y controlado y con una sonrisa en el
rostro me prometiste que todo iba a mejorar…
Ya van tres años acá adentro y me siguen sin liberar, ellos
afirman que yo estoy loco, pero yo sé que ambos podíamos ver esa imagen
escalofriante de la mujer prendida fuego con una satisfacción inmensas en
nuestras almas, la diferencia es que yo tuve el valor de admitir todo, mientras
vos alegabas que mi demencia fue la causante de este gran desastre.
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